noviembre 19, 2019

Soltar y dejar ir

Recordando a personas que han sido muy significativas en mi vida estoy reflexionando sobre lo que es soltar y lo que es dejar ir.

Todos tenemos un recuerdo que quisiéramos soltar o alguna relación que quisiéramos terminar, o una persona que quisiéramos dejar ir. A veces quedamos emocionalmente atados a alguien que hemos amado; otras veces permanecemos en relaciones afectivas o laborales por más tiempo del que quisiéramos y por más tiempo del que es sano para nosotros. Nos negamos a aceptar que las relaciones, los proyectos y los eventos también pueden tener fecha de vencimiento. Otras veces nos aferramos a tener que tener la razón y nos quedamos defendiendo posiciones que quizás sería mejor soltar.

En cualquiera de estas circunstancias, soltar no es fácil, y dejar ir, tampoco. Permanecemos aferrados a esa persona, a esa relación, a esa circunstancia por más tiempo del que quisiéramos, aun a sabiendas de que quizás no es lo mejor para nosotros, muchas veces amarrados a nuestros miedos.

Dejar ir es un acto que viene después de soltar. Muchas veces soltamos a las personas o a las relaciones, pero aún no las dejamos ir. Algunas veces nos vemos obligados a soltar (por ejemplo, con una muerte, o con un despido) y, sin embargo, no dejamos ir a las personas o a las relaciones o a las circunstancias y eventos.

Todos necesitamos de un tiempo para soltar y para dejar ir y el tiempo es diferente para cada quien. Soltar y dejar ir nos liberan, pero solo podemos hacerlo cuando estamos verdaderamente listos y para que esto ocurra no hay tiempo determinado, cada quien requiere de su propio tiempo.

Hoy evoco a aquellas personas que han sido importantes en mi vida y que ya no están a mi lado; agradezco su presencia, lo que aprendí a su lado, el tiempo que compartí con ellas. Para mí, evocarlas con gratitud y agradecerles por su legado, me permite soltarlas y dejarlas ir.

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